viernes, 1 de diciembre de 2017

Epidemia de FOMO

Todo empieza con un brutal y repentino ataque de envidia. Después se forma un nudo en la garganta, que baja hasta el estómago y se ata a los intestinos. La persona se siente deprimida, triste, inútil… hasta que finalmente se hunde en el abatimiento, irritada con todo el mundo y en particular consigo misma.

Es una nueva epidemia: el “FOMO”.
Aunque quizá a usted estas letras todavía no le digan nada, se trata de un término del que se ha hablado mucho en los últimos años. Tanto, que incluso la Universidad de Harvard se ha centrado en abordar este tema. El miedo a perderse algo. El término “FOMO” viene del inglés “fear of missing out”, que significa literalmente “miedo a estar perdiendo [algo]”. No hablamos de miedo a no tener acceso a alguna cosa que se necesite, sino a perderse alguna cosa que está sucediendo y que consideramos relevante (como por ejemplo no asistir a un evento o quedarse sin conocer una información).
El FOMO tiene su origen en la imagen “completamente fabulosa” de la vida de los demás que se propaga por Facebook, Twitter e Instagram, entre otros, y que contrasta totalmente con las frustraciones, sufrimientos y fracasos de nuestra propia vida. Pensar en todo momento que los demás están viviendo más y mejores cosas, que nos estamos perdiendo algo (incluso por el simple hecho de no poder prestar atención a absolutamente todo lo que nos rodea), genera una ansiedad que puede desencadenar graves trastornos (puede llegar a convertirse en una verdadera obsesión).
A pesar de ello, como sucede con muchos otros síndromes de aparición reciente cuyas causas (y sobre todo consecuencias) no están del todo claras, el FOMO todavía no está oficialmente considerado una enfermedad.

Le pondré un ejemplo: "Es jueves por la noche y usted se encuentra preparando tranquilamente una ensalada en su casa. Se le hace la boca agua sólo con pensar en los deliciosos taquitos de queso que va a mezclar con los canónigos, la rúcula, el tomate fresco y las hierbas aromáticas. Pero, de repente, su smartphone vibra. Por el rabillo del ojo consulta la interfaz de su Facebook. Tres de sus amigos están a punto de llegar a un concierto. En la foto se les ve riendo, cogidos por los hombros y visiblemente felices. Inmediatamente aparece otra foto: son Juan y Julia, que informan de que acaban de llegar a un hotel de ensueño en Malasia. El queso, los tomates y las verduras todavía están ahí. Pero en su cabeza ya no tienen el mismo sabor de antes. Inevitablemente se pregunta si tomó la decisión correcta al volver a casa para preparar la cena. ¿Por qué no ha salido?. ¿Por qué diablos no ha sido invitado?. ¿Por qué los demás se lo pasan tan bien…?".

La enfermedad de compararse con los demás.

Una persona enferma de FOMO piensa que su existencia es monótona, sin interés, y no puede evitar acudir de forma enfermiza a su smartphone para seguir la vida de los demás y compararla con la suya propia. Y además parecería que los “otros” se pasan el día haciendo esfuerzos inauditos precisamente para demostrar que su vida es maravillosa. En un artículo de Le Figaro hablaban de este asunto como de “una forma de subasta”: “Se trata de ofrecer regularmente a los amigos una versión aumentada de nuestra pequeña existencia. Y ésta, por supuesto, obligatoriamente jalonada con fotos radiantes de vacaciones inolvidables, besos en la playa, niños perfectos, fiestas memorables, regalos insensatos, ‘cupcakes’ increíbles, gatitos adorables o ‘spas’ de locura, dependiendo del estilo de vida de cada uno. Todo ello censurando púdicamente todo lo demás, más mediocre, evidentemente”. Incluso cuando publica en Facebook una foto de su propio aniversario, en la que todo el mundo ríe a carcajadas, la persona que sufre FOMO está firmemente convencida de que ella no parece divertirse tanto como el resto, y eso la hace sufrir.
Un reciente estudio realizado entre jóvenes británicos advierte de los efectos nocivos del uso de las redes sociales entre adolescentes y revela que la más dañina de todas ellas, por sus efectos psicológicos en este grupo especialmente vulnerable, es Instagram. Esta red social, especializada en la edición y retoque fotográfico, es una plataforma perfecta para la autopromoción a través de imágenes totalmente falsas y edulcoradas (exactamente lo mismo de lo que venimos hablando). Snapchat, Facebook y Twitter la siguen de cerca, con resultados también negativos.

Así ha transformado Facebook la sociedad.

¿Qué es lo que ha sucedido con nuestras vidas tras la aparición de Facebook?. Un día acompañé a mis hijos a la salida de una excursión escolar. Era por la mañana, muy temprano, pero cuando llegamos los autobuses ya estaban allí. Yo esperaba ver a cientos de alumnos emocionados y ansiosos por marcharse unos días. Pero lo único que allí había era un silencio sepulcral. La mayoría de los adolescentes y profesores estaban sentados en sus asientos, absortos en sus teléfonos móviles e intercambiando mensajes con cualquiera a varios kilómetros de allí.
Arthur C. Brooks, columnista en el The New York Times, asegura que muchas personas pasan “la mitad del tiempo haciendo ver que están más felices de lo que en realidad están, y la otra mitad viendo cómo el resto parece estarlo más que ellas”. El experto Alberto Knapp explicaba en El País que el FOMO es “un miedo social que siempre ha existido: la exclusión, el saber que tus colegas van a algo o tienen algo mejor que tú. Pero gracias a la ubicuidad e instantaneidad de las redes sociales se ha convertido en un acompañante habitual”
[…] “3 de cada 10 personas de entre 13 y 34 años han experimentado esta sensación, y generalmente cuando ven que sus amigos hacen cosas a las que no están invitados”.
De acuerdo con el informe “World Travel Market” no pasan más de diez minutos, de media, entre la llegada de un cliente a un hotel y la subida de un selfie en redes sociales para presumir ante sus amigos. ¿Cómo hacerle frente?, ¿cómo resistir?, ¿cerrar la cuenta de Facebook?, ¿cortar internet en casa?, ¿tirar el smartphone y el ordenador a la basura?. Parecen medidas un poco extremas, por no decir absurdas, sobre todo si usted gestiona por internet alguna de sus facturas, cuentas bancarias o reservas. ¿Hay que dejar de compararse?, ¿de envidiar a los demás?, ¿de sentirse solo y triste cuando los demás se divierten?. ¡El problema es que uno no decide tener esos sentimientos!. Simplemente surgen, eso es todo. Y cuánto más lucha uno contra ellos, más fuertes se hacen (como las ganas de chocolate). ¿Deberíamos exigir entonces a los demás que no traten de magnificar sus vidas?, ¿que dejen de parecer siempre contentos, de fiesta en fiesta y celebrando logros y éxitos?, ¿que dejen de lanzarnos constantemente su felicidad a la cara?.

Algunos parecen hallar gran placer publicando vivencias extraordinarias como si fuesen las cosas más normales, sin embargo no hacen lo mismo cuando suceden "cosas bien normales"; ¿realmente quieren que eso salga a la luz?: Un selfie recogiendo las cacas del perro Imagine otro Facebook. Imagine que la gente, en lugar de embellecer su propia existencia, tratase de mostrar la vida tal cual es. Su muro sería una sucesión de fotos de amigos en situaciones como estas: En pijama a primera hora, antes de haberse aseado, afeitado y/o maquillado. Comiendo sus cereales del desayuno mientras escuchan las noticias en una cocina patas arriba. Discutiendo con sus hijos. Recogiendo las cacas del perro con una pequeña bolsa de plástico. Aburriéndose mientras esperan en la cola de la oficina de correos. Sentados en su triste oficina de lámparas de neón, al lado de una planta mustia. Empujando sus carritos de la compra en el aparcamiento del súper. Pasando el aspirador en sus apartamentos. Perdidos durante horas en unos grandes almacenes en busca de una cortina de ducha del tamaño correcto. Pelando papas. Haciendo sus declaraciones de la renta.
Así es: nuestras vidas están formadas principalmente por cosas triviales, repetitivas y sin ningún tipo de interés ni aventura. Por 4 semanas de vacaciones al año hay 48 semanas de “cama-coche-trabajo-coche-cama”. Y peor todavía: en oposición a los cerca de 40 años de nuestra vida en los que seremos jóvenes, guapos y gozaremos de buena salud (en el mejor de los casos), habrá 30, 40 ó 50 años en los que poco a poco las cosas dejarán de ir tan bien como antes.

Está claro que difundir en la red la monotonía de nuestro día a día no tendría absolutamente ningún interés. Y menos todavía si tenemos en cuenta que ya el 99% de todo lo que se publica en la actualidad es prácticamente irrelevante (como por ejemplo las innumerables fotos que se suben a diario de cafés recién servidos, a punto de tomarse, o de mascotas que simplemente tratan de dormir una siesta en paz). Aceptar el mundo tal y como es.

Aceptar el mundo tal y como es.

Antiguamente el álbum familiar estaba reservado para las fotografías en las que todo el mundo aparecía bien vestido, bien peinado y tratando de mostrar su mejor sonrisa. Fotos de salidas al campo, de vacaciones en la playa, de camping… ¿Qué habría sido de aquellas tardes en las que la gente se juntaba para ver las viejas fotografías de cuando eran niños si, en lugar de guardar las fotos de las vacaciones, se hubiesen conservado series infinitas de imágenes de alguien en la oficina, haciendo bricolaje o cortando el césped?.
En mi opinión, Facebook no es un medio en el que se deba dar a conocer la vida privada, los sentimientos profundos, los fracasos o el dolor. Creo que no es el sitio ideal para compartir ese tipo de cosas y, cuando se hace, el resultado es de lo más impúdico (por no hablar de que la ausencia de privacidad puede acarrear graves problemas -ciberacoso, por ejemplo-). A mi entender, las cosas más personales sólo deberían ser confiadas en la intimidad: a la pareja, un mejor amigo, un compañero de infortunios… Y ¿por qué no?, también a los hijos y nietos, que pueden sacar provecho de la experiencia.

Pero todo lo anterior no significa que haya que demonizar Facebook. Esta red social puede ser una buena herramienta; la clave está en saber usarla, conocer sus límites y el papel que debe ocupar realmente en nuestras vidas. Las redes sociales sirven para estar conectados, para divertirse, mantenerse al día… Y para descubrir información útil e interesante que de otro modo probablemente nunca llegaríamos a encontrar.

Fuentes empleadas por el autor:
  • Lisa Qin. “Harvard FOMO (fear of missing out)”. Octobre, 2013.
  • “Facebook use ‘makes people feel worse about themselves”. BBC News. August, 2013.
  • Valérie de Saint-Pierre. “Le fomo, nouvelle maladie du siècle ?”. Le Figaro. Janvier, 2015.
  • #StatusOfMind; social media and young people’s mental health and wellbeing.
  • Young Health Movement. Royal Society for public health. 2017.
  • Alberto Knapp Bjerén. “FOMO: El miedo a perderse algo (Fear of Missing Out)”. Blogs Economía. El País. Marzo, 2012.
  • J. Walter Thompson Intelligence. “FOMO: The Fear of Missing Out (March 2012 Update)”. https://www.slideshare.net/jwtintelligence/the-fear-of-missing-out-fomo-march-2012-update.
  • Xavier Canalis y Vivi Hinojosa. “(World Travel Market Global Trends Report 2014). Las tendencias del turismo en 2015”. Hosteltur.
Fuente original Tener S@lud: http://www.saludnutricionbienestar.com/grave-epidemia-fomo/?utm_source=Email&utm_medium=tener-salud-editorial&utm_content=link&utm_campaign=201707-Q-TE-QUIERO

PARA AMPLIAR:
PARA LA REFLEXIÓN Y DIÁLOGO EN FAMILIA:
  • ¿Qué sabíamos sobre el FOMO hasta la fecha?.
  • ¿Hay en nuestra familia quien esté padeciendo el FOMO?, ¿qué síntomas observamos?.
  • Si acaso es el caso de alguno ¿cómo hemos intervenido hasta la fecha?, ¿qué tendríamos que cambiar al respecto para que sea más efectivo?.
  • ¿Qué otras estrategias, además de las que ofrecen los enlaces "para ampliar", nos han venido bien o creemos que pueden ir muy bien para combatir el FOMO?.
  • ¿Cómo tendríamos que organizarnos o a qué acuerdos necesitamos llegar todos para que las medidas que apliquemos sean efectivas?.

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